¿Vale la pena hacer una maestría?


Todo aquel que tenga en su proyecto de vida la profesionalización en algún momento siempre se pregunta: ¿vale la pena invertir el tiempo, esfuerzo y dinero en una maestría?

Cabe anotar que el siguiente análisis es realizado en el contexto de las ciencias jurídicas y económico-administrativas, en otras áreas como las ingenierías, ciencias naturales y ciencias exactas las realidades y necesidades pueden girar respecto a factores diferentes, por eso no me atrevo a extender mi posición a esas áreas.

La disyuntiva de no tener clara la respuesta al título de este artículo obedece realmente a un problema de alineación estratégica de los intereses, es decir, a realizar las cosas sin planear un objetivo ni tener un fin claro. La vida siempre es de decisiones y definiciones según la etapa de cada persona, por esta razón, no puede pretender ser buen esposo o esposa, ser buen papá o mamá, tener un cuerpo fitness que implica llevar una dieta estricta y dormir mínimo 8 horas al día y, al mismo tiempo, ser un buen profesional, pues aunque algunos digan que sí es posible hacer de todo a la vez, en la práctica nunca funciona de manera eficiente ni equilibrada. En la vida desafortunadamente siempre hay que elegir para priorizar o sacrificar unas situaciones por otras, lo que en finanzas llaman costo de oportunidad, es decir, lo que dejo de ganar por elegir otras opciones.

Igualmente, cuando uno decide ser profesional, así no lo crea, también debe definir y sacrificar otras situaciones; estas opciones a elegir en términos generales son:

1. Trabajar en el sector privado. 
2. Ser docente – investigador. 
3. Ser independiente. 
4. Trabajar en el sector público.

Fíjense como en cada una de estas vocaciones intentamos satisfacer diferentes intereses, entonces, ¿por qué habríamos de generalizar y hacer lo mismo en todas las situaciones?

1. El empleado satisface a la organización que lo emplea. 
2. El docente satisface a sus estudiantes y ayuda a posicionar a la universidad mediante sus investigaciones. 
3. El independiente satisface a sus clientes. 
4. El servidor público satisface a los ciudadanos, pero principalmente a su padrino o grupo político.

Si analizamos cada una de estas vocaciones podríamos concluir que giran en torno a dinámicas diferentes, y eso, según nuestro interés, es lo que debería definir la elección de hacer o no una maestría. Ya que si fuera por el marketing que ha logrado posicionar hoy en día el sistema educativo privado, según ellos, quien no tenga una maestría será un fracaso profesionalmente, algo totalmente erróneo y que favorece sus intereses. Es lo mismo que decían hace unos años de las especializaciones, e incluso, es lo mismo que te dice el sistema hoy en día de los idiomas: ¡si no sabes inglés eres un fracasado!; pero ¿se justifica perfeccionar un léxico en un idioma extranjero cuando tu potencial nicho de mercado no son personas extranjeras?, ¿se justifica que la empresa se prive de tener un gran profesional que no sabe inglés, cuando las exportaciones representan menos de 10 % de las ventas?, y en todo caso, dada la necesidad ¿no se puede tercerizar un profesional externo que domine el idioma en casos puntuales? La anterior situación, sería igual que comprar 50.000 dólares en inventario provenientes de China solo porque están al 50 % de descuento del precio normal, pero cuando se descarga el contenedor en Colombia y se ha pasado la euforia por el descuento logrado, el comprador descubre que no tiene claridad de cómo ni cuándo ni a quién le venderá esa mercancía; decisión financieramente nefasta, pero lo mismo le sucede a quien hace una maestría.

Entonces, volviendo al hilo:

1. Si eres empleado, probablemente es útil una maestría, ya que estas van enfocadas a estructuras de organizaciones medianas y grandes; y tener competencias certificadas, más aún, de instituciones de prestigio internacional a la hora de aspirar a un cargo de mayor responsabilidad suele ser relevante para sobresalir frente a la leonina competencia que existe entre empleados en las organizaciones privadas (también en las grandes firmas); de hecho, las dependencias de recursos humanos suelen ver con buenos ojos los mayores estudios, así, en realidad, el aspirante solo tenga el título y no tenga un dominio absoluto del área, ya que buscan personas comprometidas y leales a la organización más que personas expertas en un área, para eso último, mejor buscan un asesor o consultor externo.

2. Si eres docente o pretendes serlo es necesario ser magister, hoy en día cualquier universidad reconocida exige uno; además, el docente está muy enfocado al análisis teórico, entonces, se necesitan personas con vocación investigadora. Es por eso que, quien usualmente es docente en una universidad es docente al mismo tiempo en varias instituciones.

3. Si eres independiente no necesitas una maestría, por la simple razón que te debes a tus clientes, y hoy en día para ser competitivo en medio de tantos profesionales se tiene que generar valor frente al servicio, es decir, trabajar demostrando resultados; de lo contrario, quien pretenda prestar servicios genéricos y masivos dadas las condiciones actuales del mercado tendrá muchas dificultades para posicionar su servicio. Entonces, si se necesita demostrar resultados, al cliente no le importa quién es, ni dónde ha trabajado y mucho menos qué ha estudiado quien le presta un servicio. 

El independiente presta sus servicios a una persona jurídica o natural, sujetos que buscan obtener la máxima utilidad de sus actividades, entonces, la pregunta clave que se debe responder un independiente para ser competitivo es: ¿cómo mi trabajo impacta la maximización de utilidades del interesado en mi servicio y cómo puedo demostrárselo? Y para descubrir esta respuesta no se necesita una maestría, en una maestría no enseñan a generar valor, su enfoque no es precisamente ese.

4. Si trabajas en el sector público no necesitas una maestría, porque dadas las características de ese sector las personas necesitan otras cualidades para poder empoderarse en su cargo y pretender ascender, tales como: carisma, servicio, contactos, asertividad, comunicaciones, relaciones, alianzas con las personas indicadas, entre otras; de eso, depende la supervivencia en este medio que, por regla general, no gira entorno precisamente a la meritocracia.

Como muchos saben yo he elegido ser independiente, y a no ser que tenga una razón muy poderosa creo que nunca volvería a hacer un posgrado; la razón, es que mis servicios están enfocados a generar a valor y, los conocimientos genéricos de un aula de clase le van a aportar muy poco a mi servicio; lo importante que es la investigación, análisis y profundidad, dependen de mí.

Cuando inicié el posgrado en tributación hubo una frase de un docente en la introducción que me marcó mucho y aún recuerdo, dijo: “... muchos entran a esta especialización esperando que les enseñemos a pagar menos impuestos, pero aquí no enseñamos ni hacemos apología a la ilegalidad; y sobre los métodos legales para optimizar impuestos, ni crean que el docente les va a revelar las estrategias con que se gana la vida”; inmediatamente pensé: "pero si antes mis clientes me están buscando para que optimice sus impuestos". En ese punto, me empecé a dar cuenta y lo sostengo hasta hoy, que los posgrados no tenían relación con mi proyecto de alineación estratégica porque no me enseñan a generar a valor, y tampoco deberían ya que no es su función; pero, si el docente desde la especialización te observa como una potencial competencia en el futuro y por eso no comparte todos sus conocimientos abiertamente, no me quiero imaginar en una maestría donde puede haber competidores del mismo nivel. Es como cuando, con todo respeto, hacen una conferencia o publican un libro para persuadir a posibles interesados en alcanzar libertad financiera, ser inversionistas exitosos del mercado de valores o franquicias; entonces, uno se empieza a preguntar: ¿ustedes creen qué si alguien tuviera una estrategia efectiva de inversión pasiva la estaría revelando abiertamente?, ¿por qué el conferencista no es millonario aplicando lo que dice? y, ¿si es tan exitoso su modelo, por qué en vez de estar dando conferencias en forma masiva no se dedica a disfrutar sus jugosas rentas pasivas en una playa del caribe, en donde la única preocupación es el bufete del día? Al final, uno puede concluir que, está vendiendo falsas ilusiones o no está contando realmente todo lo que sabe, pero, obvio, si usted no tiene ni idea de como funcionan las finanzas le va a parecer una maravilla y, probablemente esa noche no va a dormir pensando en qué va a gastar el dinero de la rentabilidad de las inversiones que aún no tiene. 

Volviendo al hilo y dejando claro que un posgrado se basa en postulados básicos, hay otro aspectos relevante, el nivel de satisfacción de un estudiante será inversamente proporcional a su conocimiento del tema, es decir, cuanto más ignorante sea usted en la materia más deslumbrado se va a sentir con un posgrado, mientras que si usted es una persona con mediana experiencia en el tema, un posgrado definitivamente no le va a aportar mucho para la inversión y tiempo que significa. En mi especialización me llamó la atención que los estudiantes que inicialmente más participaban y demostraban experiencia en el área, con el desarrollo del posgrado empezaron a manifestar cosas como: "... yo siento que este posgrado me está aportando muy poco"; "... no me siento motivado ni enganchado en este posgrado". Adicionalmente, hay otra agravante de las maestrías, esto es, que cada vez las universidades en su ánimo de captar clientes (más que estudiantes) flexibilizan los requisitos de acceso a los posgrados, entonces, no es raro encontrar personas con poca o nula experiencia cursando maestrías; no es por ser despectivo, pero ¿qué clase de nivel va a tener un posgrado si está compuesto por personas con falencias básicas en el área de conocimiento y sin experiencia, sabiendo, además, que en las maestrías se fomenta esencialmente el debate, la discusión y la controversia entre los mismos estudiantes?, ¿vale la pena pagar 15.000, 20.000 o 25.000 dólares de una maestría por eso?

Personalmente, le he sacado mucho más gusto a los diplomados, ¿por qué?, porque a mí no me interesa el reconocimiento mediante títulos, me interesa obtener las bases  de áreas que desconozca para que mediante análisis e investigación personal pueda adaptar dicho conocimiento a mis servicios con el fin de generar mejores resultados frente a mis clientes, y el diplomado a diferencia del posgrado me permite lograr ese fin con un costo mucho menor. A mis clientes de nada les sirve si en mi tesis de doctorado descubrí la cura contra el cáncer, porque si no soy capaz de solucionar los problemas específicos que me plantean, simplemente no me contratan y punto "(Prestar servicios que generen valor empresarial)"

La especialización solo la recomiendo en un punto de la vida, y es cuando se está recién egresado del pregrado, ya que estas permiten obtener un equilibrio perfecto entre costo, conocimiento nuevo (ya que se parte de la premisa que se tiene poca experiencia en el área) y reconocimiento mediante un título. Ya después de tener mucha experiencia o tener ya un primer posgrado es una pérdida de tiempo hacer más, porque ese mismo conocimiento se puede obtener mediante textos o diplomados. Ahora, ni hablar de los que hacen dos pregrados sucesivos, ya que hay formas mucho más eficientes de acceder y lograr un buen nivel en otras áreas del conocimiento sin necesidad de tirar por la borda otros 5 años de la vida.

En algunas ocasiones he recibido invitaciones para dar algunos módulos en seminarios, pero siempre he considerado que dictar clases no es una forma óptima de venderse ni conseguir clientes, sobretodo cuando son servicios muy técnicos, porque, más que información requieren persuasión muy personal; además, uno de los éxitos del marketing jurídico es la segmentación de nichos de mercado, es decir, saber a quién quiero llegar y el porqué. Una gran empresa, una Mipyme o una persona natural con problemas cotidianos nunca son receptivos a los mismos métodos de persuasión ni a los mismos modelos de servicio porque tienen necesidades diferentes. Entonces, mientras invierto tiempo dictando seminarios o escribiendo un libro, mejor me dedico a potencializar mi blog, a hacer networking en redes con más potencial, a buscar ventas cruzadas con otros emprendedores, a diseñar estrategias tributarias que satisfagan a mis clientes o a mejorar la experiencia de algún servicio. Suena crudo y egoísta, pero mi supervivencia depende de los clientes, si no tengo o no puedo fidelizarlos no puedo facturar, entonces tengo que enfocar mis acciones a ellos; ya el tema de la docencia sería más por gusto que por conveniencia.

Este artículo también ayuda a responder algunas cuestiones que desorientan algunos profesionales como: ¿por qué tengo tantos estudios, pero mis honorarios son tan bajos?, ¿por qué hay personas muy exitosas en la academia, pero en el ámbito privado nunca alcanzan el mismo éxito?, ¿por qué los que se lanzan de un momento a otro como independientes solo porque están desempleados son los que primeros fracasan?, y la respuesta a todas es: ¿realmente desde un comienzo sus acciones tuvieron coherencia con su alineación estratégica? Es decir, hablando en términos generales, si usted quiere ser independiente hace muchos años sus acciones debieron estar encaminadas a ello, una prestación de servicios diferencial no se consigue de la noche a la mañana, menos con la sobre oferta del mercado. Si usted quiere trabajar en la política debe saber que si no ha construido las redes de contactos necesarias desde mucho antes de ingresar, su paso será temporal. Si usted quiere ser un gran gerente de una empresa, tuvo que haber empezado desde los rangos inferiores hace algunos años, ya manifesté que las empresas buscan esencialmente personales leales y comprometidas; por una buena experiencia en una gran empresa registrada en la hoja de vida, es la razón por la cual un empleado puede pasar fácilmente de una empresa grande a otra. Y por último, si quiere ser docente, desde el pregrado debió pertenecer a grupos de investigación, ya que esto le abre muchas puertas para contactos en el mundo académico, ya sea con las directivas de la universidad o oportunidades de estudio en el exterior. Si su decisión simplemente fue fruto del azar o de la desesperación, después no puede quejarse de los deficientes resultados. 

Me faltó una categoría que quise excluir de las anteriores por su particularidad, este es, el emprendedor, porque este sí que mucho menos necesita una maestría, ni si quiera una especialización, a lo sumo le sería útil un pregrado o un diplomado en áreas genéricas para que se entere mínimamente de cómo funcionan las cosas en la economía. ¿Y por qué?, porque para un emprendedor lo más importante es entender la dinámica y las particularidades prácticas de su actividad económica, por ejemplo, cómo comprar, cómo vender, cuándo vender, cómo negociar, cómo conseguir financiamiento de los proveedores, qué monopolios existen en el sector y cómo puede competir con ellos, si está en un sector donde prima la informalidad cómo aprovechar eso a su favor o, si definitivamente no vale la pena incursionar en un mercado específico; particularidades para las cuales no necesita habilidades muy técnicas ni académicas. De hecho, es muy común en nuestro medio encontrar grandes rentistas de capital que no tienen la más mínima idea de una lengua extranjera, incluso, a duras penas acabaron el bachillerato, pero nadie, ni si quiera un asesor externo con MBA conoce y domina los secretos de su actividad económica y sector mejor que él. Curioso ¿no?; no saben inglés ni tienen un posgrado, sin embargo, no fracasaron por no tenerlo.

La conclusión de este artículo es que, hacer de todo no le sirve a todos los profesionales, cada uno tiene que evaluar lo que más le conviene de acuerdo con su alineación estratégica.

Escrito por:
Luis Felipe Zuluaga Monares